sábado, mayo 24, 2008

No son genios los que necesitamos ahora.


Al escribir esto no es mi intención ni mi deseo sumarme a los que gustan de hablar y teorizar sobre Arquitectura. pero después de veinte años de oficio, circunstancias imprevisibles me han obligado a concretar mis puntos de vista y a escribir modestamente lo que sigue:

Un viejo y famoso arquitecto americano, si no recuerdo mal, le decía a otro mucho más joven que le pedía consejo: "Abre bien los ojos, mira, es mucho más sencillo de lo que imaginas."
También le decía: "Detrás de cada edificio que ves hay un hombre que no ves." Un hombre; no decía siquiera un arquitecto.

No, no creo que sean genios lo que necesitamos ahora.

Creo que los genios son acontecimientos, no metas o fines.

Tampoco creo que necesitemos pontífices de la Arquitectura, ni grandes doctrinarios, ni profetas, siempre dudosos. Algo de tradición viva está todavía a nuestro alcance, y muchas viejas doctrinas morales en relación con nosotros mismos y con nuestro oficio o profesión de arquitectos (y empleo estos términos en su mejor sentido tradicional).

Necesitamos aprovechar lo poco que de tradición constructiva y, sobre todo, moral ha quedado en esta época en que las más hermosas palabras han perdido prácticamente su real y verdadera significación. Necesitamos que miles y miles de arquitectos que andan por el mundo piensen menos en Arquitectura (en mayúsculas), en dinero o en las ciudades del año 2000, y más en su oficio de arquitecto. Que trabajen con una cuerda atada al pie, para que no puedan ir demasiado lejos de la tierra en la que tienen raíces, y de los hombres que mejor conocen, siempre apoyándose en una base firme de dedicación, de buena voluntad y de honradez (honor).

Tengo el convencimiento de que cualquier arquitecto de nuestros días, medianamente dotado, preparado o formado, si puede entender esto también puede fácilmente realizar una obra verdaderamente viva. Esto es para mí lo más importante, mucho más que cualquier otra consideración o finalidad, sólo en apariencia de orden superior.

Creo que nacerá una auténtica y nueva tradición viva de obras que pueden ser diversas en muchos aspectos, pero que habrán sido llevadas a cabo con un profundo conocimiento de lo fundamental y con una gran conciencia, sin preocuparse del resultado final que, afortunadamente, en cada caso se nos escapa y no es un fin en sí, sino una consecuencia.

Creo que para conseguir estas cosas hay que desprenderse antes de muchas falsas ideas claras, de muchas palabras e ideas huecas y trabajar de uno en uno, con la buena voluntad que se traduce en acción propia y enseñanza, más que en doctrinarismo. Creo que la mejor enseñanza es el ejemplo; trabajar vigilando continuamente para no confundir la flaqueza humana, el derecho a equivocarse -capa que cubre tantas cosas-, con la voluntaria ligereza, la inmoralidad o el frío cálculo del trepador.

Imagino a la sociedad como una especie de pirámide, en cuya cúspide estuvieran los mejores y menos numerosos, y en la amplia base las masas. Hay una zona intermedia en la que existen gentes de toda condición que tienen conciencia de algunos valores de orden superior y están decididos a obrar en consecuencia. Estas gentes son aristócratas y de ellos depende todo. Ellos enriquecen la sociedad hacia la cúspide con obras y palabras, y hacia la base con el ejemplo, ya que las masas sólo se enriquecen por respeto o mimetismo. Esta aristocracia, hoy, prácticamente no existe, ahogada en su mayor parte por el materialismo y la filosofía del éxito. Solían decirme mis padres que un caballero, un aristócrata es la persona que no hace ciertas cosas, aun cuando la Ley, la Iglesia y la mayoría las aprueben o las permitan. Cada uno de nosotros, si tenemos conciencia de ello, debemos individualmente constituir una nueva aristocracia. Este es un problema urgente, tan apremiante que debe ser acometido en seguida. Debemos empezar pronto y después ir avanzando despacio sin desánimo. Lo principal es empezar a trabajar y entonces, sólo entonces, podremos hablar de ello.

Al dinero, al éxito, al exceso de propiedad o de ganancias, a la ligereza, la prisa, la falta de vida espiritual o de conciencia hay que enfrentar la dedicación, el oficio, la buena voluntad, el tiempo, el pan de cada día y, sobre todo, el amor, que es aceptación y entrega, no posesión y dominio. A esto hay que aferrarse.

Se considera que cultura o formación arquitectónica es ver, enseñar o conocer más o menos profundamente las realizaciones, los signos exteriores de riqueza espiritual de los grandes maestros. Se aplican a nuestro oficio los mismos procedimientos de clasificación que se emplean (signos exteriores de riqueza económica) en nuestra sociedad capitalista. Luego nos lamentamos de que ya no hay grandes arquitectos menores de sesenta años, de que la mayoría de los arquitectos son malos, de que las nuevas urbanizaciones resultan antihumanas casi sin excepción en todo el mundo, de que se destrozan nuestras viejas ciudades y se construyen casas y pueblos como decorados de cine a lo largo de nuestras hermosas costas mediterráneas.

Es por lo menos curioso que se hable y se publique tanto acerca de los signos exteriores de los grandes maestros (signos muy valiosos en verdad), y no se hable apenas de su valor moral. ¿No es extraño que se hable o escriba de sus flaquezas como cosas curiosas o equívocas y se oculte como tema prohibido o anecdótico su posición ante la vida y ante su trabajo?¿No es curioso también que tengamos aquí, muy cerca, a Gaudí (yo mismo conozco a personas que han trabajado con él) y se hable tanto de su obra y tan poco de su posición moral y de su dedicación?Es más curioso todavía el contraste entre lo mucho que se valora la obra de Gaudí, que no está a nuestro alcance, y el silencio o ignorancia de la moral o la posición ante el problema de Gaudí, que esto sí está al alcance de todos nosotros.

Con grandes maestros de nuestra época pasa prácticamente lo mismo. Se admiran sus obras, o , mejor dicho, las formas de sus obras y nada más, sin profundizar para buscar en ellas lo que tienen dentro, lo más valioso, que es precisamente lo que está a nuestro alcance. Claro está que esto supone aceptar nuestro propio techo o límite, y esto no se hace así porque casi todos los arquitectos quieren ganar mucho dinero o ser Le Corbusier; y esto el mismo año en que acaban sus estudios. Hay aquí un arquitecto, recién salido de la Escuela, que ha publicado ya una especie de manifiesto impreso en papel valioso después de haber diseñado una silla, si podemos llamarla así.

La verdadera cultura espiritual de nuestra profesión siempre ha sido patrimonio de unos pocos.

La postura que permite el acceso a esta cultura es patrimonio de casi todos, y esto no lo aceptamos, como no aceptamos tampoco el comportamiento cultural, que debería ser obligatorio y estar en la conciencia de todos.Antiguamente el arquitecto tenía firmes puntos de apoyo. Existían muchas cosas que no eran aceptadas por la mayoría como buenas o, en todo caso, como inevitables, y la organización de la sociedad, tanto en sus problemas sociales como económicos, religiosos, políticos, etc., evolucionaba lentamente. Existía, por otra parte, más dedicación, menos orgullo y una tradición viva en la que apoyarse. Con todos sus defectos, las clases elevadas tenían un concepto más claro de su misión, y rara vez se equivocaban en la elección de los arquitectos de valía; así, la cultura espiritual se propagaba naturalmente. Las pequeñas ciudades crecían como plantas, en formas diferentes, pero con lentitud y colmándose de vida colectiva. Rara vez existía ligereza, improvisación o irresponsabilidad. Se realizaban obras de todas clases que tenían un valor humano que se da hoy muy excepcionalmente. A veces, pero no con frecuencia, se planteaban problemas de crecimiento, pero afortunadamente sin esa sensación, que hoy no podemos evitar, de que la evolución de la sociedad es muy difícil de prever como no sea a muy corto plazo.

Hoy día las clases dirigentes han perdido el sentido de su misión, y tanto la aristocracia de la sangre como la del dinero, pasando sobre todo por la de la inteligencia, la de la política y la de la Iglesia o iglesias, salvo rarísimas y personales excepciones contribuyen decisivamente, por su inutilidad, espíritu de lucro, ambición de poder y falta de conciencia de sus responsabilidades al desconcierto arquitectónico actual.

Por otra parte, las condiciones sobre las cuales tenemos que basar nuestro trabajo varían continuamente. Existen problemas religiosos, morales, sociales, económicos, de enseñanza, de familia, de fuentes de energía, etcétera, que pueden modificar de forma imprevisible la faz y la estructura de nuestra sociedad (son posibles cambios brutales cuyo sentido se nos escapa) y que impiden hacer previsiones honradas a largo plazo.

Como he dicho ya en líneas anteriores, no tenemos la clara tradición viva que es imprescindible para la mayoría de nosotros. Las experiencias llevadas a cabo hasta ahora y que indudablemente en ciertos casos han representado una gran aportación, no son suficientes para que de ellas se desprenda el camino imprescindible que haya de seguir la gran mayoría de los arquitectos que ejerce su oficio en todo el mundo. A falta de esta clara tradición viva, y en el mejor de los casos, se busca la solución en formalismos, en la aplicación rigurosa del método o la rutina y en los tópicos de gloriosos y viejos maestros de la arquitectura actual, prescindiendo de su espíritu, de su circunstancia y, sobre todo, ocultando cuidadosamente con grandes y magníficas palabras nuestra gran irresponsabilidad (que a menudo sólo es falta de pensar), nuestra ambición y nuestra ligereza. Es ingenuo creer, como se cree, que el ideal y la práctica de nuestra profesión pueden condensarse en slogans como el del sol, la luz, el aire, el verde, lo social y tantos otros.

Una base formalista y dogmática, sobre todo si es parcial, es mala en sí, salvo en muy raras y catastróficas ocasiones. De todo esto se deduce, a mi juicio, que en los caminos diversos que sigue cada arquitecto consciente tiene que haber algo común, algo que debe estar en todos nosotros. Y aquí vuelvo al principio de esto que he escrito, sin ánimo de dar lecciones a nadie, con una profunda y sincera convicción.

José Antonio Coderch, 1960

martes, mayo 20, 2008

Formulario para un Nuevo Urbanismo

Señor.
Soy de otro país.

Nos aburrimos en la ciudad. Ya no hay ningún Templo del Sol. Entre las piernas de las mujeres que pasan, los dadaístas hubieran querido encontrar una llave inglesa y los surrealistas una copa de cristal. Esto se ha perdido. Sabemos leer en los rostros todas las promesas, último estado de la morfología. La poesía de los carteles ha durado veinte años. Nos aburrimos en la ciudad, tenemos que volver a ser ingenuos para descubrir misterios todavía en los carteles de la calle, último estado del humor y de la poesía.

Baños de los Patriarcas.

Máquinas de Charcutería.

Zoológico de Nuestra Señora.

Farmacia Deportiva.

Alimentación de los Mártires.

Hormigón Traslúcido.

Serrería Mano de Oro.

Centro de Recuperación Funcional.

Ambulancia Santa Ana.

Café de la Quinta Avenida.

Calle de los Voluntarios Prolongada.

Hostal Familiar en el Jardín.

Hotel de Extranjeros.

Calle Salvaje.

Y la piscina de la Calle de las Nenas. Y la comisaría de la Calle de las Citas. La Cínica Quirúrgica y la Oficina de Empleo Gratuito del Muelle de los Orfebres. Las flores artificiales de la Calle del Sol. El Hotel de los Sótanos del Castillo, el Bar del Océano, el Café de Ir y Venir, y el Hotel de Época.

Y la extraña estatua del Doctor Phillippe Pinel, benefactor de los locos, en las últimas tardes del verano. Y explorar París.

Y tú, olvidado, tus recuerdos asolados por todas las consternaciones del mapamundi, encallado en las Cuevas Rojas de Pali-Kao, sin música y sin geografía, sin ir ya a la hacienda donde las raíces piensan en el niño y el vino se acaba en fábulas de almanaque. Ahora se acabó. Nunca verás la hacienda. No existe.

Hay que construir la hacienda.

Todas las ciudades son geológicas, y no se pueden dar tres pasos sin encontrar fantasmas armados con todo el prestigio de sus leyendas. Evolucionamos en un paisaje cerrado cuyos puntos de referencia nos atraen constantemente hacia el pasado. Algunos ángulos movedizos, algunas perspectivas fugitivas nos permiten vislumbrar concepciones originales del espacio, pero esta visión sigue siendo fragmentaria. Hay que buscar en los lugares mágicos de los cuentos del folklore y en los escritos surrealistas: castillos, muros interminables, pequeños bares olvidados, cuevas de mamut, hielo de los casinos.

Estas imágenes caducas conservan un pequeño poder de catálisis, pero es casi imposible utilizarlas en un urbanismo simbólico sin rejuvenecerlas dándoles un nuevo sentido. Nuestro imaginario cultivado por viejos arquetipos ha quedado muy por detrás de las máquinas perfeccionadas. Los diversos intentos de integrar la ciencia moderna en los nuevos mitos continúan siendo insuficientes. Mientras tanto lo abstracto ha invadido todas las artes, en particular la arquitectura de hoy. El hecho plástico en estado puro, sin anécdota e inanimado, descansa y refresca los ojos. En otros lugares se encuentran más bellezas fragmentarias, pero la tierra de las síntesis prometidas cada vez más lejana. Cada cual duda entre el pasado emocionalmente vivo y el futuro ya muerto.

No prolongaremos las civilizaciones mecánicas y la fría arquitectura cuya meta es el ocio aburrido.

Nos proponemos inventar nuevos escenarios móviles.

La oscuridad retrocede ante la luz artificial y el ciclo de las estaciones ante las salas climatizadas: la noche y el verano pierden su encanto y el alba está desapareciendo. El hombre de las ciudades piensa alejarse de la realidad cósmica y por eso ya no sueña. La razón es evidente: el sueño se alza sobre la realidad y se realiza en ella.

La fase última de la técnica permite el contacto ininterrumpido entre el hombre y la realidad cósmica a la vez que elimina sus aspectos desagradables. El techo de vidrio deja ver las estrellas y la lluvia. La casa móvil gira con el sol. Sus muros corredizos permiten a la vegetación invadir la vida. Deslizándose sobre vías puede ir hasta el mar por la mañana y volver por la noche al bosque.

La arquitectura es el medio más simple de articular el tiempo y el espacio, de modular la realidad, de engendrar sueños. No se trata solamente de la articulación y la modulación plásticas, expresión de una belleza pasajera, sino de una modulación influencial que se inscribe en la curva eterna de los deseos humanos y del progreso en su realización.

La arquitectura de mañana será un medio para modificar las condiciones actuales de tiempo y de espacio. Un medio de conocimiento y un medio de acción.

El complejo arquitectónico será modificable. Su aspecto cambiará parcial o totalmente siguiendo la voluntad de sus habitantes.

Las colectividades del pasado ofrecieron a las masas una verdad absoluta y ejemplos míticos incuestionables. La aparición de la noción de relatividad en la mentalidad moderna permite sospechar el aspecto experimental de la nueva civilización, aunque la palabra no me satisface. Un aspecto más flexible, digamos. Sobre la base de esta civilización móvil, la arquitectura será -al menos inicialmente- un medio para experimentar miles de formas de modificar la vida, con vistas a una síntesis que sólo puede ser legendaria.

Una enfermedad mental ha invadido el planeta: la banalización. Todo el mundo está hipnotizado por la producción y el confort -desagüe, ascensor, baño, lavadora.

Este estado de cosas que nace de una rebelión contra la miseria supera su remoto fin -la liberación del hombre de las inquietudes materiales- para convertirse en una imagen obsesiva en lo inmediato. Entre el amor y el basurero automático la juventud de todo el mundo ha hecho su elección y prefiere el basurero. Se ha hecho imprescindible una transformación espiritual completa, que saque a la luz deseos olvidados y cree otros completamente nuevos. Y realizar una propaganda intensiva en favor de estos deseos.

Hemos apuntado ya la necesidad de construir situaciones como uno de los deseos básicos en los que se fundaría la próxima civilización. Esta necesidad de creación absoluta siempre ha estado estrechamente asociada a la necesidad de jugar con la arquitectura, el tiempo y el espacio.

Uno de los más destacados precursores arquitectónicos seguirá siendo Chirico. Él abordó los problemas de las ausencias y las presencias en el tiempo y el espacio.

Sabemos que un objeto que no es conscientemente advertido en una primera visita provoca, en su ausencia, una sensación indefinible en visitas posteriores: mediante su percepción diferida la ausencia del objeto se hace presencia sensible. Más exactamente: aunque la calidad de la impresión generalmente sigue siendo indefinida, varía con la naturaleza del objeto desaparecido y la importancia concedida al mismo por el visitante, pudiendo ir del gozo sereno al terror (poco importa que en este caso específico sea la memoria el vehículo de esos sentimientos; sólo he escogido este ejemplo por su comodidad).

En la pintura de Chirico - período de Las Arcadas - un espacio vacío crea un tiempo pleno. Es fácil imaginar el futuro que reservamos a tales arquitectos y su influencia sobre las masas. Hoy no podemos sino despreciar un siglo que ha relegado tales maquetas a supuestos museos.

Esta nueva visión del tiempo y del espacio, que será la base teórica de futuras construcciones, no está a punto ni lo estará completamente antes que se experimente el comportamiento en ciudades reservadas para este fin, donde se reunirían sistemáticamente, además de las instalaciones necesarias para un mínimo de confort y seguridad, construcciones cargadas de un gran poder evocador e influencial, edificios simbólicos representando los deseos, las fuerzas, los acontecimientos del pasado, del presente y del futuro. A medida que desaparecen los motivos para apasionarse se hace más urgente una ampliación racional de los antiguos sistemas religiosos, de los viejos cuentos y sobre todo del psicoanálisis en provecho de la arquitectura.

De algún modo cada uno habitará en su catedral personal. Habrá habitaciones que harán soñar mejor que cualquier droga y casas donde sólo se podrá amar. Otras atraerán irresistiblemente a los viajeros.

Este proyecto podría compararse con los trampantojos chinos y japoneses - con la diferencia de que aquellos jardines no estaban diseñados para vivir en ellos - o con el ridículo laberinto del Jardín des Plantes en cuya entrada se puede leer, colmo del absurdo, Ariadna en paro: los juegos están prohibidos en el laberinto.

Esta ciudad podría ser imaginada como una reunión arbitraria de castillos, grutas, lagos, etc. Sería el estadio barroco del urbanismo considerado como un medio de conocimiento. Pero esta fase teórica está ya superada. Sabemos que se puede construir un inmueble moderno que no se parezca a un castillo medieval, pero que conserve y multiplique el poder poético del Castillo - mediante la conservación de un mínimo estricto de líneas, la trasposición de otras, el emplazamiento de las aberturas, la situación topográfica, etc.

Los distritos de esta ciudad podrían corresponder al espectro completo de los diversos sentimientos que se encuentran al azar en la vida corriente.

Barrio Bizarro - Barrio Feliz, reservado particularmente al alojamiento - Barrio Noble y Trágico para buenos chicos - Barrio Histórico, museos y escuelas - Barrio Útil, hospital, almacenes de herramientas - Barrio Siniestro, etc. Y un Astrolario que agruparía las especies vegetales de acuerdo con las relaciones que manifiestan con el ritmo estelar, un jardín planetario comparable al que el astrónomo Thomas quería establecer en Laaer Berg, en Viena, indispensable para dar a los habitantes conciencia de lo cósmico. Quizás también un Barrio de la Muerte, no para morir sino para tener donde vivir en paz, y pienso en Méjico y en un principio de crueldad en la inocencia que cada día me seduce más.

El Barrio Siniestro, por ejemplo, reemplazaría ventajosamente esas bocas del infierno que muchos pueblos poseían antiguamente en su capital y que simbolizaban las potencias maléficas de la vida. El Barrio Siniestro no tiene por qué encerrar peligros reales, como trampas, mazmorras o minas. Sería de difícil acceso, horrorosamente decorado - silbatos estridentes, timbres de alarma, sirenas intermitentes con una cadencia irregular, esculturas monstruosas, móviles mecánicos motorizados llamados Auto-Móviles - y tan pobremente iluminado por la noche como escandalosamente durante el día mediante un uso abusivo del fenómeno de reverberación. En el centro, la "Plaza del Móvil Espantoso". La saturación del mercado con un producto provoca la caída de su valor: el niño y el adulto aprenderán mediante la exploración del Barrio Siniestro a no temer ya las manifestaciones angustiosas de la vida, sino a divertirse con ellas.

La actividad principal de los habitantes será la Deriva Continua. El cambio de paisajes entre una hora y la siguiente será responsable de la desorientación completa.

Más tarde, con el inevitable desgaste de los gestos, esta deriva abandonará en parte el campo de lo vivido por el de la representación.

La objeción económica no resiste la primera ojeada. Sabemos que cuanto más reservado a la libertad del juego esté un lugar más influye sobre el comportamiento y mayor es su fuerza de atracción. Lo demuestra el inmenso prestigio de Mónaco y Las Vegas. Y de Reno, caricatura del amor libre. Pero no se trata más que de simples juegos de dinero. Esta primera ciudad experimental vivirá generosamente del turismo tolerado y controlado. Las próximas actividades y producciones de la vanguardia se concentrarán en ella. En unos pocos años llegará a ser la capital intelectual del mundo y será universalmente conocida como tal.



Formulario para un Nuevo Urbanismo.
Gilles Ivain.

La Internacional Letrista adoptó en octubre de 1953 este informe de Gilles Ivain (pseudónimo de Ivan Chtcheglov) sobre el urbanismo que más tarde sería publicado en el # 1 de Internationale Situationniste. Traducción extraída de Internacional situacionista, vol. 1: La realización del arte, Madrid, Literatura Gris, 1999.

Más tarde constituyó un elemento decisivo de la nueva orientación tomada a partir de entonces por la vanguardia experimental.

viernes, mayo 09, 2008

VIERNES 09 DE MAYO DE 2008

Clase POSTERGADA hasta nuevo aviso.

Debido al paro estudiantil y al llamado a la suspensión de actividades académicas por parte de la Dirección de la Escuela, el taller suspende sus actividades hasta nuevo aviso.

Para aquellos que quieran libremente asistir, hoy por la tarde a las 19:00 hrs. en el Centro Cultural la Sebastiana estárá presente dentro de un Ciclo organizado por la Fundación Pablo Neruda llamado Lenguajes del Arte el arquitecto chileno Juan Sabbagh.

Visiten el blog regularmente.

martes, mayo 06, 2008

VIERNES 09 DE MAYO DE 2008

I Con lo de cada uno

Es a partir de la capacidad de ser de cada uno que la propia vida se encarga de interpelarnos con algo.
Es una condición ineludible para nosotros, en cuanto arquitectos, reconocer la arquitectura de lo que no lo es.

Sé que soy poeta , porque sé reconocer la poesía, decía Lorca. Ni siquiera por escribirla.

En silencio.
En la conquista.
En la seducción.

El trabajo se inicia por dejarnos seducir por cada una de las ciudades en que nos toca trabajar. Como también dejarnos seducir por aquello inexistente de cada una de ellas, para volverlo visible. Su inatrapable. Por ello el sentido de los videos.
Ahí tiene sentido el construir arquitectónico, para volver visible aquella dimensión que aún no existe como hecho de la ciudad.

Es una ambición.
Tal ambición es simétrica al salto que se da.
El salto tiene directa relación con conocer la realidad.
¿qué realidad? Una realidad interpretada, propia, inédita, por cuanto es fruto de la capacidad de ser de cada uno.

Para ello tres condiciones de la capacidad ser de cada uno:

Ser exhaustivos
Ser rigurosos
Ser precisos.

Para conocer el reverso, el contraritmo, el contraperfil, el contrario, el antagónico, el lado que no se ve de buenas a primeras, se requiere tomar distancia, la mayor distancia del sentido común y de la cordura, madre de las no ciudades que tenemos.

Un extremo clínico de esto es la locura, la demencia, el estado puro de desconexión con lo absoluto.

Su manifestación potencial reside en un estado de asombro, de maravillamiento permanente respecto de este siempre nuevo estado real de la realidad, que la interpela, que la cualifica, que la devora y la construye.

Mientras escuchábamos a Javier Marambio y su exposición del proyecto para el cementerio de Playa Ancha, recordaba debido a la insistente referencia al trabajo de Enric Miralles, lo que él mismo decía de los cementerios.

En los cementerios todo es simbólico. Un cementerio es siempre una metáfora de otras vidas.

Y recordé de los motivos que me llevaron a trabajar con él, y del orgullo con el que salíamos del despacho cada día, entrada la noche, y pasábamos por los bares abiertos de las ramblas y la Plaza Real, donde todos los demás se iban de copas. Y ese es un sentir intranferible, sino trasladable. Trabajar intensamente en lo que cada uno libremente elige hace de ese sentir de cada uno, un sentir diferente. Quizás sentirnos profundamente hombres… y en nuestro caso, además, arquitectos.

A veces la arquitectura va por un camino y el circo por otro. Y no siempre coinciden. Enric había entrado, por derecho propio y hace tiempo, al circo de la arquitectura. Y eso se hacía sentir en el trabajo diario en el despacho.

No somos pocos los que pensamos de la imposibilidad de describir su arquitectura precisamente porque contiene el genio de la arquitectura, por ser arquitectura de verdad, genuina, personal e intraducible a otro lenguaje que no sea el que le es propio, y por tanto, le pertenece. La arquitectura es personal e intransferible. El arte así le reclama.

Para un arquitecto una manera de dibujar implica una manera de ver, de apropiarse de la realidad. Y Enric se inventó una manera de dibujar. Y con ello se apropió de todo un campo formal, de una manera de hacer.

Cada proyecto conlleva riesgo y aventura, en los términos que cada uno haga suyos.
La voz ha de ser propia, o no es tal.

II Con lo de todos

Los indicadores económicos, los constructos abstractos asociados supuestamente a un mayor bienestar, no dicen del bien_estar, del estar bien, a gusto, en el gozo común del vivir la ciudad.

Esto tiene que ver con lo de todos, y no con lo de cada uno.

Si pensamos en una ciudad sustentable, ésta ha de contener de cada punto de vista un sentido heroico, podríamos decir.

La O.N.U., Organización de las Naciones Unidas, nos dice algo al respecto:

Servicios de calidad para todos.
Medio ambiente sano.
Viviendas dignas.
Seguridad.
Espacios deportivos y de recreación.
Convivencia social.
Empleo digno.
Atención sanitaria.
Educación de calidad.

Nuestras ciudades, o nuestros pueblos en vías de ser ciudades, distan de tales paradigmas. Es un deber pensar desde la Universidad en modelos nuevos, no verificados ni realizados.

En un estudio realizado en Santiago de Chile, más del ochenta por ciento de su población no tiene ni la menor idea de lo que es una ciudad sustentable.

Un modelo de ciudad que no tienen porque no les llega.

Pensemos en que hay cinco millones de sus seis millones de habitantes que viven en comunas donde las áreas verdes están por debajo de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud, que son 9m2. por persona. En que se siguen construyendo viviendas sociales con menos metros cuadrados que los mínimos recomendados. En que las distancias y los medios de transporte dificultan los traslados, los viajes para trabajar, estudiar, hacer trámites, buscar lugares de esparcimiento.

El ochenta por ciento de su población es el que abarca la población más pobre del área metropolitana, con educación deficiente y salud deficiente.
Aquellos son los que no pueden acceder a disfrutar de una ciudad sustentable.

Solamente un veinte por ciento puede acceder a ella.

En Chile la pobreza oficial dista de ese ochenta por ciento.

Es la ciudad de los espejos, nuestro Versalles.
La falsa realidad. Y a la vez un modelo.

En la ciudad de los espejos, vida de perros.

El empecinamiento de los modelos urbanos y de sus especialistas tiene que ver con la difusión y aceptación a ultranza del modelo americano, asociado al bienestar, al progreso, al consumo.

El modelo es la guía. Ahora bien,

¿Cómo nos desmarcamos de tal guía?
¿Cómo nos desmarcamos de un ordenamiento urbano destinado y orientado a facilitar el emplazamiento de grandes industrias, de centros comerciales, de nuevos conjuntos residenciales e inmobiliarios, para favorecer el desplazamiento del automóvil?

Metas consideradas legítimas con mecanismos para alcanzarlas oficialmente implementados.
Un dogma incuestionable de aplicación indiscriminada.

Quilpue, el Belloto, Villa Alemana, Limache, Quillota, Calera, Los Andes, no escapan de este nuevo modelo de ciudad.

Valparaíso y Viña del Mar juegan su porvenir en otras complejidades superpuestas.

No es preciso ya hacer arte, sino sólo entrar tangencialmente en el cuerpo de nuestra época. Y disolverse en él al punto de desaparecer. Y cuando desaparezcamos, el bloque se habrá convertido en algo grande. De nosotros quedarán coliseos, termas, acrópolis, mezquitas.

Viaje a Oriente.
Le Corbusier.




Próxima Clase: CORRECCIÓN DE MODELOS

Lugar: Casa Taller Atkinson
Hora: 16:00 hrs.

Se les solicita a todos puntualidad.

lunes, mayo 05, 2008

LUNES 05 DE MAYO DE 2008

CORRECCIÓN: nuevas relaciones Estación / Centro Histórico

Lugar: Casa Taller Atkinson
Hora: 16:00 hrs.

Se les solicita a todos puntalidad.